Lo he dicho antes: es imposible revisar todo lo que vomita el Metal nacional. Cada semana un lanzamiento nuevo, cada siete días se forma un grupo. Tiempos actuales donde todo está conectado, pero al mismo tiempo la abundante información que nos rodea te ciega en algunos casos.
Con BURNING DUSK, oriundos desde Valparaíso desde 1999, y con sólo este registro oficial como su placa debut, podemos notar que el cuarteto se ha tomado las cosas con calma a la hora de producir lanzamientos oficiales. Aunque su primer trabajo fue el EP Shameful Angel (2002), Scavenger of Light, es el único larga duración editado en dieciséis años de existencia.
Musicalmente sus influencias noventeras se mezclan en un Death Metal con melodías que recuerdan a algunas bandas suecas que alguna vez brillaron por sí solas, cuando este sonido comenzaba a formarse. Me suena algo de Arch Enemy por las intensas melodías que aparecen a lo largo del disco.
El cuarteto, formado por Andres Arancibia -voz y bajo-, Javier Pérez -guitarra-, Erick Grawe -guitarra- y Christian Glavich -batería- muestra una faceta bien elaborada en cada una de sus composiciones; nueve, para ser más exactos.
Musicalmente en lo personal no podría decir que llenaron mi sed de Metal, pero sí puedo afirmar que el grupo demuestra que está haciendo un esfuerzo por lograr plasmar toda su energía en un Metal hecho con pasión y seriedad.
El trabajo gráfico del disco está bien compactado y resumido, a pesar de que no incluye las letras de las canciones. Respecto a la producción, creo que está decente y a la altura de las circunstancias. De existir un nuevo disco del grupo, asumo que estos factores serán mejorados.
Por lo pronto, me quedo con que BURNING DUSK puede sonar más, puede crecer y abrirse un poco dentro de esta escena que a veces parece limitada en estilos y posturas. Sus integrantes tienen el talento y capacidad para tocar, pero a veces para encajar en los tiempos de hoy, se necesitan más que un par de grupos como referentes. Se necesita actitud y buen olfato.
Andrés Padilla